Las guardias de 24 horas continúan siendo un claro objeto de debate por su impacto en la salud física y mental de los médicos. Una manera de explicar cuáles son sus efectos es conocer en primera persona la experiencia de los profesionales. Celia, especialista en Medicina de Familia, asegura que durante su formación experimentó síntomas de depresión y ansiedad. "No le encontraba sentido a vivir", confiesa a Redacción Médica. No fue lo único, estas jornadas afectaron a aspectos de su vida cotidiana como el sueño y la alimentación, su estado emocional y su rendimiento profesional.
Celia describe que lo primero fue la alteración del sueño: "Estaba totalmente desregulado. Durante las guardias apenas dormía media hora, y al día siguiente, aunque intentara descansar, no podía dormir por la noche. Esto me provocaba insomnio y me generaba un cansancio constante". Un "círculo vicioso" del que, asegura, era "muy difícil salir". Además, acumular tanto cansancio tuvo consecuencias en su capacidad de concentración y en su día a día. "Me costaba mucho estudiar, trabajar o incluso hacer cosas sencillas como montar un mueble en casa. Tenía la sensación de que todo me suponía un esfuerzo enorme y no lograba rendir en nada como antes", asegura.
Depresión, ansiedad y mala relación con la comida
Esto llegó a afectarle a nivel emocional: "Estaba siempre de mal humor, con cambios emocionales muy bruscos. Notaba síntomas compatibles con depresión y ansiedad. No me apetecía hacer nada, no disfrutaba de nada. Me levantaba sin ganas y sin encontrarle sentido a nada". Algo que, a su vez, repercutió en su alimentación, ya que revela que su relación con la comida empeoró notablemente. "Durante las guardias sentía mucha ansiedad y acababa comiendo compulsivamente, sobre todo cosas muy calóricas. Una vez llegué a comerme un kilo de helado. Al final engordé y me sentía todavía peor conmigo misma. Todo era una cadena", cuenta Celia.
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